Gerardo Piña-Rosales: Fotografías
Mi interés por la fotografía nació el día en que mi padre me regaló, por mi 15 cumpleaños, una cámara Voigtlander de 35 milímetros. Con aquella cámara había que hacerlo todo: calcular el tiempo de exposición, la distancia focal, la apertura de diafragma, etc. Pero valía la pena: todavía conservo aquellas primeras fotos que hice desde la ventana de mi casa en Tánger: el difunto, en unas parihuelas llevada a hombros por familiares y amigos, camino al cementerio a extramuros del barrio de la Emsallah; los sefarditas, durante el sabbath, camino a la sinagoga del boulevard Pasteur; el burrito con la carga de leña, camino a la tahona de Abdselam; las rifeñas, con su humilde mercancía de huevos, legumbres, naranjas y limones, camino al Zoco Grande.
Descubrir el mundo de la fotografía supuso para mí una auténtica iluminación, una toma de conciencia, una zambullida en un mar inexplorado. Y así, en busca de la imagen perdida, en aquella jungla icónica que me rodeaba, alerta, con emoción contenida, me aventuré –y ya para siempre– a salir a la calle, al campo, armado siempre de mi cámara, compañera fiel de mi mirada. Corrían los años sesenta…