Mi buen amigo Porfirio Rodríguez, hombre un tanto dado a las extravagancias (sale a caminar en la nieve con zapatos de 800 dólares), tuvo la buena ocurrencia de regalarme ese bombín. La verdad es que no me parezco tanto a don Miguel de Unamuno. Bueno, en la cara de mochuelo sí. Por otra parte, don Miguel no se hubiese puesto nunca un bombín.